El Diario, 23 de marzo de 2013
Institucionalización de la economía de la coca
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Los cultivadores de
la hoja de coca del Chapare, los Yungas de La Paz y varias zonas de
colonización del norte del país están de plácemes por las medidas del
Gobierno en torno a su política con la producción de esa planta. Es más,
han decidido ampliar los cultivos de esa hoja y se frotan las manos
esperando mayor consumo y mejores precios.
En efecto, la consolidación de la política del “cato de coca”, la versión de que “coca no es cocaína” y la libertad de cultivo de la hoja han caído como anillo al dedo de los cocaleros y, por si fuera poco, ahora se preparan para aprovechar nuevas ventajas que anuncia la política económica gubernamental.
En efecto, el Gobierno ha conseguido que se despenalice el mascado de la hoja o acullicu, lo cual está determinando que inclusive personas que no conocían esa práctica, la empiecen a practicar sin ningún temor. A esa ventaja se suma el hecho de que el Gobierno está impulsando la exportación y circulación de la hoja de coca a nivel mundial con la propaganda en sentido de que la coca tiene virtudes curativas poco menos que milagrosas, al extremo que el presidente Evo Morales aconsejó a cientos de embajadores reunidos en Naciones Unidas que mastiquen la coca, pues les curaría de inmediato la diabetes y otros males.
Por si fuera poco, el Gobierno está impulsando otra política en relación con la hoja de coca. Ésta consiste en industrializar la coca tanto con fines alimenticios, sanitarios y curativos, medida que hará que la hoja de coca sirva para consumo universal y, en esa forma, esa materia prima tenga nuevos usos y se incorpore definitivamente a la economía mundial.
En síntesis, las políticas de protección a la hoja de coca, consistentes en dar libertad absoluta de cultivo, fomento a la producción, incremento del consumo, mejora en su intercambio y fomento al uso personal e industrial, están determinando de manera automática que los cultivadores de las 30.000 hectáreas de coca del país decidan ampliar y mejorar sus cultivos al doble, pues tendrán mayores beneficios de los que gozan hasta ahora, en particular mayor consumo y mejora del precio de la hoja.
En síntesis, se puede considerar que las políticas oficiales en torno a la hoja de coca han creado una Economía de la Coca, completándose así el círculo de producción, distribución, cambio y consumo, ya no sólo en niveles individuales sino de industrialización masiva.
Libertad de masticado, libre exportación, libre consumo, industrialización ilimitada y consolidación de anteriores política sobre la coca, significan, sin lugar a mayores esfuerzos mentales, que tendremos más cultivos de coca, mayor consumo de la hoja y mayores índices de producción no sólo de pasta de cocaína y cocaína, sino también de dentífricos, jabones, panes, refrescos y algunos otros productos. En esa forma la Economía de la Coca quedó definitivamente institucionalizada en Bolivia.
En efecto, la consolidación de la política del “cato de coca”, la versión de que “coca no es cocaína” y la libertad de cultivo de la hoja han caído como anillo al dedo de los cocaleros y, por si fuera poco, ahora se preparan para aprovechar nuevas ventajas que anuncia la política económica gubernamental.
En efecto, el Gobierno ha conseguido que se despenalice el mascado de la hoja o acullicu, lo cual está determinando que inclusive personas que no conocían esa práctica, la empiecen a practicar sin ningún temor. A esa ventaja se suma el hecho de que el Gobierno está impulsando la exportación y circulación de la hoja de coca a nivel mundial con la propaganda en sentido de que la coca tiene virtudes curativas poco menos que milagrosas, al extremo que el presidente Evo Morales aconsejó a cientos de embajadores reunidos en Naciones Unidas que mastiquen la coca, pues les curaría de inmediato la diabetes y otros males.
Por si fuera poco, el Gobierno está impulsando otra política en relación con la hoja de coca. Ésta consiste en industrializar la coca tanto con fines alimenticios, sanitarios y curativos, medida que hará que la hoja de coca sirva para consumo universal y, en esa forma, esa materia prima tenga nuevos usos y se incorpore definitivamente a la economía mundial.
En síntesis, las políticas de protección a la hoja de coca, consistentes en dar libertad absoluta de cultivo, fomento a la producción, incremento del consumo, mejora en su intercambio y fomento al uso personal e industrial, están determinando de manera automática que los cultivadores de las 30.000 hectáreas de coca del país decidan ampliar y mejorar sus cultivos al doble, pues tendrán mayores beneficios de los que gozan hasta ahora, en particular mayor consumo y mejora del precio de la hoja.
En síntesis, se puede considerar que las políticas oficiales en torno a la hoja de coca han creado una Economía de la Coca, completándose así el círculo de producción, distribución, cambio y consumo, ya no sólo en niveles individuales sino de industrialización masiva.
Libertad de masticado, libre exportación, libre consumo, industrialización ilimitada y consolidación de anteriores política sobre la coca, significan, sin lugar a mayores esfuerzos mentales, que tendremos más cultivos de coca, mayor consumo de la hoja y mayores índices de producción no sólo de pasta de cocaína y cocaína, sino también de dentífricos, jabones, panes, refrescos y algunos otros productos. En esa forma la Economía de la Coca quedó definitivamente institucionalizada en Bolivia.
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